Mi primera noticia sobre los “emos” fue el verano pasado, al leer un artículo aparecido en El País (Emos, visual o lolitas elija usted mismo). En mi adolescencia no tan lejana había conocido punkis, heavys, hippies, pijos, skin heads, ultras futboleros, góticos, hiphoperos, bakalas, pero ya me había quedado, al parecer, y como en tantas otras cosas, anticuado.
Estas nuevas tribus han difuminado las fronteras, nos dice el artículo, y son tan efímeras como cualquier otra moda, aunque sus miembros las sientan como algo trascendental. Presentan, tanto los emos como las demás nuevas tribus urbanas, una fuerte influencia del mundo japonés (principalmente de la estética del cómic manga) y los sociólogos han empezado a detectar grupos importantes de personas que siguen perteneciendo a tal o cual tribu cuando ya han superado ampliamente los treinta. La adolescencia, en general, ha difuminado sus barreras temporales en las sociedades ricas, y esto no es más que otro síntoma. Los adolescentes (o postadolescentes) se encuentran sin trabajo, sin relaciones estables, sin creencias firmes (religiosas o ideológicas, que hermanaron mucho en otras épocas) y se apoyan en el grupo de iguales, también carente de los referentes tradicionales.
Los emos no son una tribu con normas estrictas de pertenencia, pues su estética se ha construido mezclando influencias diversas. Todos parecen coincidir en los pantalones de pitillo, las zapatillas Converse y el flequillo tapándoles al menos un ojo. Se hunden en la tristeza y potencian mucho el sentimiento de incomprensión y aislamiento del mundo que es común a muchos adolescentes, y algunos se definen abiertamente como potenciales suicidas y en el artículo una chica también considera que la bisexualidad es un rasgo definitorio de los emos (opinión que otros emos no comparten, parece, según uno de ellos, que hay tantos tipos de emos como emos). El artículo “Emos, la tribu de los adolescentes tristes”, incide mucho en el carácter antisocial de este grupo y llama la atención sobre algunas costumbres extendidas entre ellos como hacerse cortes (habla de vídeos en youtube en los que esto puede verse). Los adolescentes, como siempre han hecho, buscan distinguirse del mundo de los adultos, sentirse diferentes pero a la vez protegidos dentro de un grupo que los acepta y apoya por cómo son, por su estética, sus gustos, tan importantes a estas edades. Los emos también comparten la música, y son seguidores de una corriente musical llamada emocional hardcore (grupo representativo: My Chemical Romance).
Hablaremos también de las lolitas y los otakus:
Confundido sin duda por la novela de Nabokov y la película de Kubrick, pensaba que una Lolita era una adolescente ingenua que despertaba la lascivia de hombres maduros y solitarios, pero estas nuevas lolitas del siglo XXI rechazan ese arquetipo. Gustan de vestirse de una manera recargada, a imagen y semejanza de la moda inglesa victoriana, y utilizan lazos, diademas, corsés, pololos y parasoles, como muñecas de época. Les gusta juntarse para tomar el té, charlar, pasear, ir de picnic o visitar museos. Una de las lolitas del artículo dice que ellas reivindican el buen gusto, el respeto, la inocencia. Tratan de revivir una cierta aristocracia. Son apasionadas de la moda y dentro de la tendencia general de las lolitas distinguen subgrupos.
Los otakus son, en pocas palabras, entusiastas de todo lo japonés (cómic manga, videojuegos, …). Otaku, en japonés, es una palabra más bien despectiva que significa, aproximadamente, lo mismo que freak (ya masivamente adoptada en España). No tienen una estética tan claramente definida como otros grupos y a veces quedan para disfrazarse de personajes de cómic.
Todos estos grupos han crecido mucho gracias a internet, y se expanden rápidamente con los nuevos medios tecnológicos. Las nuevas tribus responden a las mismas inquietudes que las viejas tribus, a las mismas inquietudes de todo adolescente abrumado por el mundo aunque no busque el cobijo de una tribu tan identificable. Han perdido todo referente ideológico (que sí tenían otras tribus como los punks). Los padres siguen teniendo miedo de que sus hijos se metan en problemas y relacionan sus “pintas”(que de entrada rechazan) con comportamientos de riesgo (autolesiones, drogas, …) y la sociedad los sigue mirando extrañada.
Reconozco que veo con asombro a la gente que forma estos grupos. Pero entiendo que su comportamiento no queda demasiado lejos de lo normal en la adolescencia y que no se trata más que de una respuesta a tantas preguntas que se les agolpan en la cabeza. Estos nuevos movimientos están sin duda más influidos que nunca por la sociedad de consumo y la rendición a las modas, y tienen las puertas más abiertas que nunca a las influencias externas de la sociedad globalizada. Tengo más dudas respecto a los jóvenes que llegan a la treintena con tanta necesidad de seguir perteneciendo a un grupo tan definido, pues intuyo que no han madurado lo suficiente y que quizá aún no han logrado abandonar la adolescencia, y algún día deberán superar esa etapa.
Hace 14 años
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ResponderEliminarUn artículo muy interesante, Pablo. Estoy de acuerdo contigo en que no es más que una tribu urbana, algo típico de la adolescencia... ¿Pero debemos ver con esa misma tolerancia el deseo de suicidarse? ¿Es lo mismo una tribu urbana caracterizada por la música, la vestimenta e incluso valores ideológicos que una basada en una tristeza incomprendida (y aparentemente incomprensible)?
ResponderEliminarDesde mi punto de vista, no hay que tomárselo a la ligera. Ni el caso de los emos de treinta años, como tú bien dices, ni el de los emos adolescentes. Para mí no es lo mismo, porque otras culturas alternativas anteriores sí tenían un aspecto positivo, junto a la negatividad de su rebeldía frente al mundo de los mayores. Los emos son adolescentes que lo han tenido absolutamente todo sin hacer demasiado por ello. Son personas cuya realización como tales parece no sólo lejana sino casi imposible en este mundo. Y es que, efectivamente, teniéndolo todo se pierden muchas cosas importantes y esenciales para el desarrollo humano. Relacionarse de manera virtual, socializarse aislándose, tenerlo todo y ver que el mundo se viene abajo y todo vale cada vez menos no es muy agradable. En mi opinión, es una forma más de contestación a un mundo que no gusta, sí, pero una forma de contestación que en lugar de atacar, ya sea superficial o profundamente, a la sociedad que disgusta, se contenta con mostrar su descontento.
Hola Ramón, gracias antes de nada por participar en nuestro blog.
ResponderEliminarNo pretendo poner al mismo nivel de despreocupación el dejarse el flequillo largo que tener ganas de suicidarse, y comparto totalmente que son hijos de una sociedad rica que les ha dado todo (creyendo que todo les daría la felicidad y demostrando luego que no es así) y que no se comprende esa manera de situarse. Y está claro que podrían dedicarse a enfrentarse al modelo social a través de organizaciones sociales (y pienso en tantas ong´s faltas de voluntarios) en vez de gritar su descontento en sus facebooks.
No quiero quitarle importancia al hecho de que haya emos con prácticas peligrosas, pero leyendo los artículos me dio la sensación de que eso no es para nada mayoritario. Más bien me pareció que este movimiento emo es una moda bastante superficial, y eso de la tendencia suicida me parece en muchos casos una pose (supongo que todos en algún momento hemos dicho: "la vida es un asco").
Tampoco quería dejarme llevar por un espíritu un tanto sensacionalista y acabar relacionando una estética (insisto en que no me parece nada mucho más profundo, en la mayoría, que una manera de vestirse) con peligros, contribuir a esas alarmas que a veces nos sueltan en los telediarios del tipo: si a su hijo el flequillo ya le tapa un ojo, preocúpese, porque intentará suicidarse.
Pues me da que tienes razón, la verdad. He leído el artículo y, sí, parece más una pose que otra cosa. Y completamente de acuerdo contigo en lo del sensacionalismo, que hace que ya todo dé miedo. Quizás dentro de poco a las abuelitas les dé miedo que su hijo pase por una gasolinera...
ResponderEliminarDe todos modos, hay algo que sigo sin ver claro, y es esa manía por ya no suicidarse (afortunadamente tienes razón), pero sí por tontear con ello, con hablar de la propia muerte como si fuera la muerte de una hormiga. Ahí hay algo raro, y a mí me da, aunque no lo sé a ciencia cierta, que sí es algo nuevo. Puede ser egocentrismo sin más, o puede ser fruto de la banalización de todo.
¡Gracias por la respuesta! Me ha servido de reflexión para lo que tengo que escribir yo